sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo Noveno: El Nombre del Fantasma Blanco (I)




Aún puedo recordar el primer día que supe que todavía estabas aquí. Recuerdo aquella noche de julio, y en aquel cuarto lo único que iluminaba mi presencia era un viejo foco colgando sobre un marco de metal.  Todas y cada una de las noches me preguntaba el por qué y cómo es que habías aparecido en mi vida, aunque jamás te lo pregunté directamente. A cambio de ello te nombraba y sólo con la intención de hacer alusión a que existías, aunque nadie te conoce.

Tal vez resulte confuso, y no es que yo sea un ser psicópata y tú seas alguien tangible; es sólo que eres demasiado diferente como para que cualquiera te comprenda. Sé que has acompañado a muchos y muchas durante muchas etapas de la vida, pero es justo ahora cuando estás aquí conmigo y por algún motivo no has querido apartar tu camino del mío. 

Todos esos recuerdos de ti, tan susceptible y tan frágil, poco a poco han ido desapareciendo porque conforme ha pasado el tiempo has estado cambiando en este pequeño e indescriptible lugar que es tu casa. Tratar de cambiarte fue uno de los peores errores que he cometido, pero como antes lo he dicho, no se nace sabiendo y lo único a lo que le doy gracias es a que hoy, aún después de tantas cosas que han pasado, sigues aquí conmigo, enseñándome a ver mas allá de donde normalmente observo, haciéndome reflexionar sobre las cosas que hago, el porque y el como las hago, y sobre todo, a  reconstruir ese hogar que hoy es tuyo y mío, donde las malas experiencias están plasmadas en las paredes para recordarnos que lo que ha pasado tuvo un motivo de ser y que, en parte, gracias a eso, hoy somos lo que somos. 

Quisiera describirte para que todos pudieran conocerte, y aunque se que a todos los lugares a los cuales voy tu siempre estás ahí; tal vez todos reconocen, de forma indirecta, que lo que haces tiene un fuerte impacto en mi forma de ser y relacionarme con los demás. 

¿Por qué hasta ahora realmente reconozco tu presencia? yo siempre he pensado que todo lo que ocurre en nuestras vidas, desde el  aspecto más  importante hasta el mas mínimo detalle, tienen una razón de ser, porque en el tiempo y en el espacio, todo tiene que ocupar un lugar y cumplir una función, ya sea para bien o para mal. 

Justo antes de que llegue una fecha importante en mi vida he recibido un gran regalo. Quisiera no adelantarme a decir muchas cosas sobre tal regalo, aunque acepto que me ha sorprendido la forma en la cual ha llegado. Ese regalo hoy me recordó algo, algo que siempre he sabido pero que durante muchos años había estado con nosotros de forma inaparente, de forma secreta. Ese algo latente, que lo hemos reconocido como una parte infectante y que constrasta con nosotros dos, pero que tanto tú como yo reconocemos que es necesario porque forma parte del equilibrio natural de nuestra misma existencia.

Ese regalo me hizo consciente que no hay motivos por los cuales hoy tenga que negar que existen tanto tú como esa parte contrastante, ya que ustedes y yo somos algo especial, algo que todos notan pero nadie dice, y tal vez sea mejor que durante un periodo mas estemos así, ya que conforme pase el tiempo poco a poco iremos aprendiendo a alcanzar lo que, como en la entrada pasada escribí, anhelamos y deseamos ser en esta vida.

Continuará....