jueves, 18 de agosto de 2016

Parte Dos: Todo Mi Oro

"Suspendido en el espacio y en silencio, con los brazos extendidos, las pupilas dilatadas y la piel fría, frente a mi vi venir 2 objetos de diferente longitud, que emitían sonidos a diferentes velocidades. Fue justo cuando ellos entraron al circuito de carrera, que supe que aquello era el comienzo, aunque por ahora no sé, y tal vez jamás sabré, si esto tendrá final..."




Un profundo respiro, el aire que atraviesa las más pequeñas y delicadas barreras que  alimentan el alma que ahora pende en un ligero pero resistente podio, justo en medio de la inmensidad. Desde esta nueva y enorme vista, todo el medio que me rodea empieza a adquirir forma, algunas cosas adoptan nuevos y variados colores, otras incrementan su tamaño mientras que algunas se reducen hasta desaparecer. A pesar de que esta serie de eventos se han repetido una y otra vez desde que tengo memoria, cada uno de ellos, en especial los personajes involucrados en tales, han tenido aspectos particulares que le han dado a cada uno de ellos su toque diferencial y característico.

En el inicio de los tiempos, aunque en apariencia mi posición ha sido vulnerable, esta visión de la inmensidad me ha tenido alejado, presente y seguro en todo lo que ha sucedido debajo de mi. He tratado de descifrar el porqué aquí, porqué ahora, porqué así...
He podido sentirme con la seguridad de admirar cada uno de los elementos constitutivos del medio donde fui depositado, aunque una verdad universal es que nada es y será para siempre. Mi sentimiento y necesidad de pertenecer me han incitado a querer abandonar esta posición: quiero conocer con precisión qué es lo que sucede en lo que aparenta ser el núcleo de aquel denso bosque que por las noches emite una luz impresionante, que me mantiene cautivo mientras veo como el haz de luz se cuela entre las enormes copas de aquellos bestiales árboles que se levantan en este paraíso indescriptible. Aún no sé, y tal vez jamás sabré, cómo y porqué nació esta necesidad que pronto se convirtió en una carencia física, esa carencia que me ha marcado no por su ausencia, sino por su presencia.

La tentación contenida y esta posición de seguridad durante un tiempo prolongado me ha permitido conocer a cada uno de los actores de esta obra: observar sus interacciones desde lejos siempre fue un método que me mantuvo protegido de sus más bajos deseos; unos ágiles, veloces como águilas, se abrían paso entre el resto, mientras que otros, lentos pero sigilosos, día a día adquirían un nuevo elemento que los mantenía en protección. Pronto comprobé que mis más profundos deseos se volverían realidad: la barrera que nos dividía dejaría de existir. Ellos pudieron acceder a mi zona de protección; los primeros me han marcado el cuerpo y el corazón, me han impregnado la piel con su esencia y han dejado una pequeña pieza, perdida en el pasado, para mi rompecabezas incompleto. Extraño esas sensaciones de bienestar y tranquilidad que en su momento han completado mi ser. Los últimos han sido inteligentes y sin tocar un sólo centímetro de mi piel han marcado lo más preciado que tengo: mi mente. Estar en esta situación me ha hecho pensar que se conjuntó el lugar y la persona en el momento adecuado. He tenido la sensación de querer abandonar este lugar, pero recuerdo cómo justo debajo de mi, diario uno o varios individuos se consumían por diversas situaciones o circunstancias.


Aquella mañana, no fue la luz del sol que diario llegaba hasta mi piel y la calentaba en su punto exacto la que hizo que abriera los ojos, sino el calor y la luz que comenzó a emanar mi propio ser. Justo al centro de mi pecho, una luz incesante rompió aquel estándar al cual me encontraba acostumbrado: toqué con rapidez mi pecho para ocultar su luminosidad, sintiendo que perdía el equilibrio, y a pesar de ello, me mantuve así durante un par de minutos; después a lo lejos vi venir rápidamente un cuerpo indescriptible que tocó y golpeó mi pecho. Justo pareció que el tiempo transcurrió con más lentitud: de mi pecho salió una luz dorada intensa que se mantuvo unos segundos en medio de la inmensidad, hasta que ese sujeto la tomó para después golpear fuertemente mi espalda. Después sólo el aire frío, producto de la velocidad a la cual me dirigía contra el suelo, y las hojas de los árboles cortando mi piel, fueron lo único que pude percibir. Fue ahí dónde supe que eso era el inicio, aunque no sé, y tal vez jamás sabré, si esto tendrá final....