jueves, 18 de julio de 2013

Capítulo Doceavo: El Elemento de la Libertad

"Un eje rector de la vida: el gran dilema de la misma: vivir felizmente engañado (completamente, no a medias) o aceptar la cruda y triste realidad. Tal pareciera que la vida no nos da mucho que escoger, pero si lo analizamos mas a fondo, no es ella la que divide nuestro camino: es la poderosa mente la que se encarga de llevarnos a donde ni la misma realidad confabulada con la vida podría cumplir nuestros mas exquisitos caprichos..."


Una fuerte ráfaga invisible se llevo del piso lo que casualmente había dejado caer él  imaginariamente, y lo revolcó 3 decenas de veces hasta que desapareció de la misma forma en la cual había aparecido. Él simplemente derramó unas cuantas lágrimas y se levantó de aquella banca azul; azul como sus tenis que después arrastraba contra el piso mientras pensaba en porque merecía lo que en ese instante había ocurrido. A esa hora del día el sol se colocó justo a mitad del cielo, el tránsito vehicular se hizo lento y cruzaba las calles sin mirarlas; fue así como con el paso de los minutos logró llegar a casa con las emociones transformadas: el amor que se había convertido en esperanza pronto cambió de nombre a enojo, luego a odio y finalmente a furia, furia que se hizo visible al azotar la puerta de esas cuatro paredes que noche tras noche eran cómplices de lo que él deseaba y soñaba en la vida. Parecía que la cabeza le iba a estallar tan sólo de haber pensado en el sin fin de posibilidades y peores escenarios donde colocó su existencia y la de la contra parte; incluso llego a sentirse merecedor de lo ocurrido cuando decidió una vez mas entregarse al mundo donde uno en apariencia es libre, donde de verdad uno puede cumplir lo que desea con el simple hecho de cerrar los ojos. 

Eran las 8:15. 3 toquidos sonaron en la puerta de madera preguntando si bajaría a cenar, pero al no obtener una respuesta, la persona tras la puerta no insistió. Hacia 35 minutos el sol se había ocultado y él estaba por entregarse a sus sueños; por última ocasión y curiosidad miro aquel aparato tecnológico y no había ni una señal de intento de contacto humano. Lo último que logro ver fue una luz verde parpadeante, indicadora de la ausencia y presencia del otro, cuando sus ojos comenzaron a cerrarse y aquel móvil se deslizo de la mano hasta caer al piso; comenzó a escuchar una melodía relajada...

Era inconfundible el olor a Árboles, a naturaleza y entre aquellos, a lo lejos se vislumbraba una pequeña construcción roja y con unas enormes letras sobre la puerta que decían " W E L C O M E ". Él la cruzo y de repente todos los invitados del evento dejaron de hablar y con asombró lo miraron. Era la primera vez en mucho tiempo que de nuevo hacia acto de presencia en tal lugar, y en vez de mirarlo con desprecio lo miraron con emoción. Un niño pequeño vestido de azul se acerco a abrazarlo con efusión y le dio un beso en aquella tersa mejilla. Él sólo observó como el hombre vestido de rojo y el que vestía  de negro susurraban algo y la música se normalizó. Todos bailaban al compas de esas notas tan dulces, aunque en el fondo sabían que entre ellos no soportaban sus existencias: Tiempo atrás el joven vestido de rojo había engañado vilmente al de blanco, y el de negro había querido ahorcar al de amarillo. De pronto la música se detuvo; el pidió que el pianista dejará de tocar y empezó a cantar. De su boca salieron unas palabras que hicieron que todos centraran la atención al escenario. Su cuerpo empezó a retorcerse como el de una babosa que ha sido roseada con sal, y pronto las notas penetraron los oídos de todos y llegaron a sus cerebros, estos comenzaron a hacer lo mismo. Aquella construcción en ese preciso momento albergaba a esos seres que se entregaron a la comunión mientras el tan esperado anfitrión cantaba con su dulce voz. Pasaron los minutos, pasaron las horas  hasta que su voz se detuvo: Sus ojos se cristalizaron, de su mano cayo el micrófono que potencializaba su talento y su cuerpo abruptamente se dirijió al piso; fue justo cuando lo toco, que el cuarto se lleno de una inmensa luz que cubrió todo lo que estaba a su alcance, haciendo que los muros se derrumbaran y los árboles perdieran la fuerza que los mantenía unidos a esa Tierra que los había tenido con vida. Todo se perdió ahí: sólo estaba el blanco representando la pureza y haciendo evidente que los límites habían desaparecido: ahora no había ni principio ni fin.


Paso tan rápido el tiempo que el sol de nuevo había salido: eran las 7:03 y la ventana abierta hizo que una verdadera ráfaga de viento desplazará aquella sábana azul que cubría su cuerpo. Una gran sonrisa salió debajo de ella, esa sonrisa contenida en ese cuerpo que ahora estaba a 27° C, con la piel gris como los recuerdos que en la madrugada habían desaparecido en esa silenciosa batalla albergada en el paraíso de sus sueños. Su cuerpo estaba rígido como una tabla y se escuchó un sonido de notificación, cuando la pantalla del móvil en el suelo se iluminó, y reveló el mensaje que decía lo siguiente: "Hola, disculpa por no haberte avisado ayer que no podía verte pero tuve un inconveniente. ¿Podemos vernos hoy? Tal vez a las 3 de la tarde podamos vernos en el sitio que acordamos. Saludos...". 

Era una verdadera lástima que aquel remitente ahora fuera el que quedará con la duda, esa duda que se sembró en la mente de aquel tipo que hoy se hallaba tieso en su cama, cama donde la duda lucho contra la libertad, siendo ésta última la vencedora de una batalla que había dado por terminada la joven y corta historía de él. 

"Todo fin debe darse en el mismo lugar donde comienzan las cosas, para que así ese final, a su vez, represente el inicio de una nueva historia, un nuevo capítulo o una nueva parte de algo que esta próximo a florecer..."


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